La Historia de Nuestro Plov

Dicen que todo gran camino tiene su comienzo. Para nuestro plov, ese comienzo está en los viejos garajes de moteros — tan antiguos que ya cuesta recordarlos, como si aquellos días se hubieran marchado junto al rugido de los motores, dejando sólo un reflejo cálido en la memoria.

Nos reuníamos allí por las tardes, encendíamos la parrilla justo al lado de las motos, preparábamos shashlik, discutíamos sobre las rutas, reíamos, escuchábamos rock y aprendíamos a cocinar con la misma pasión con la que rodábamos.

Y un día, el destino llevó a una mujer de Uzbekistán a nuestro garaje. Miró nuestros intentos de hacer plov… y sonrió como si guardara un secreto antiguo.

Y lo guardaba. Nos reveló la regla dorada del verdadero plov uzbeko — la que lo cambia todo:

«El plov no trata sobre la carne. El plov trata sobre la zanahoria. Debe haber tanta zanahoria como arroz y carne — uno a uno.»

Nos sorprendió. Siempre pensamos que la carne era lo principal. Pero ella nos mostró cómo el aroma de la zanahoria bien frita transforma el zírvak, cómo aporta dulzor, profundidad y cuerpo al plato. Desde aquel día, empezamos a aprender de nuevo.

Años de práctica, decenas de calderos, incontables experimentos, viajes, nuevas personas y nuevos conocimientos fueron dando forma a esta historia. La historia de cómo un plato sencillo puede convertirse en un arte.

Y ahora, muchos años después de aquellas noches en el garaje, aquí está — nuestro plov. Auténtico. Vivo. Tal y como debe ser. Con la armonía del arroz, la carne y esa legendaria zanahoria dorada.

Bienvenidos a nuestra historia. Bienvenidos a la mesa.